Escrito por una persona que prefiere mantenerse anónima…
Decidí escribir estas pocas líneas después de leer con piadosa conmiseración la columna “La decencia, hoy, la pronuncio Israel”. Un loor de tierras tropicales, cuyo autor es catedrático universitario en el país con uno de los peores índices académicos del planeta. En su oda lastimera, hace un burdo elogio a Israel con los: ¡Oh! respectivos y la mas irritante de las visiones maniqueas de lo que allá sucede.
La sublimación en el artículo finalmente roza lo ridículo. No obstante, me inquietó cuando recibí copia de varios remitentes, sobre todo tratándose de personas que supuestamente pertenecen a la minusválida élite intelectual guatemalteca.
Ante tanta insulsez, me es difícil empezar a analizar tal panegírico, en primer lugar porque se argumenta y justifica a Israel por contar en su inventario con el primer Dios que se nos ha revelado como persona y tener a un Moisés que con sus mandamientos nos ha hecho de veras humanos.
Israel fue una teocracia durante toda su historia, el dios descrito en el Pentateuco fue una de las deidades mas despiadadas y sangrientas, rasgos típicos de los dioses guerreros orientales en la antigüedad. Sin embargo, es verdad que existe una diferencia entre el Yaveh judío y sus pares griegos, romanos y babilónicos; esto es el ingrediente nacional etnocentrista de su culto, que ha provocado tantas desgracias a los descendientes de Abraham.
Lejos de integrarse a las sociedades que durante toda la historia les hospedaron, los judíos persistieron en mantener un nacionalismo que por lógica debió perecer en las insondables arenas de la historia.
Millares de pueblos como los etruscos, partos, ilírios, tracios, burgundios, cimbros, bretones, galos, vándalos, visigodos, francos, sabinos, campanos, y helvecios; desaparecieron en el tiempo para integrarse en reinos cada vez mas grandes y que a la postre, derivaron en los estados nacionales. Los israelitas, vieron destruido su templo por los flavios en el siglo I y fueron expulsados de Palestina por Adriano la centuria siguiente. Nada mas que la friolera de 1,800 años.
La pervivencia de su nacionalismo, quizá sea explicable por la mala suerte de haber sido el pueblo predilecto que acompañó a la corte de Akenatón en su marcha hacia la tierra prometida de Amarna durante el siglo XIV antes de Cristo y deber el nacimiento de su religión al faraón que decidió personificarse como hombre-dios representante del disco solar Atón, sin tener “simulacro”, es decir, personificación corpórea y por ello convertirse en la primera manifestación monoteísta documentada en la historia. La “memoriae damnatio” tras la muerte de Akenatón, evidencia la hostilidad de sus sucesores, pues la corte regresó a Tebas y el pueblo judío fue sometido de nuevo a su antigua esclavitud. Al parecer los herederos de Adán jamás se recuperaron de aquella experiencia.
Cuando en la escritura el primer profeta revelado (Abraham) habla con el arbusto ardiente, se evoca a la representación del dios-sol egipcio y el candelabro de los siete brazos es la alineación de los planetas conocidos en la teogonía de las poblaciones que vivían en los bancos del Nilo. Arquetipos adquiridos en el tiempo, “remanentes arcaicos” diría Jung; todos los pueblos los han tenido a lo largo de su historia y los mitos religiosos siempre han transmitido las mismas enseñanzas y alegorías sobre las actitudes humanas. Hasta las características de los embusteros son similares y podemos identificarlas en Ulises y Jacob.
Occidente desde hace miles de años, ha tenido fascinación por el oriente y su misticismo, las iniciaciones en los misterios eleusinos, el culto a Diana de Efeso, la llegada del extranjero Dionysos al panteón helénico, el culto a Esculapio, Isis y luego las tendencias monoteístas de Mitra, El Gabal y el cristianismo mismo siempre fueron del este. El monoteísmo era algo que se avizoraba ante el agotamiento natural que las viejas creencias acusaban, como después ocurrió con los protestantes, mormones y últimamente el yoga, la cienciología, los reptilianos y la atribución galáctica a Jesucristo y los dioses de lugares recónditos en Sudamérica y oriente. Sin embargo, el judaísmo nada tiene que ver con la evolución y separación del cristianismo oriental que en poco tiempo fue occidentalizado y adaptado a las instituciones que hicieron a los romanos los seres mas libres en la antigüedad.
Nuestro autor peca grandemente al contar la historia y decidió borrar de un plumazo todo lo que occidente debe a la antigüedad greco-latina. Cualquiera creería que la nación donde nace la primera democracia en el mundo fue en la tierra de Job y no donde dejó el ombligo Tucídides. Pareciera que “La República” la escribió algún ilustre hijo de la casa Levítica e incluso se creería que la protección del ciudadano a través de distintas magistraturas se dio en Galilea y no donde se establecieron los teucros tras llevarse el paladio de su destruida morada.
La religión de un pueblo cuya sociedad era comandada por los sacerdotes del Sanedrín, donde no existía el concepto de “ciudadano” y mucho menos algún derecho para aquellos que no perteneciesen a la familia de Edom o Levita, debió ser civilizada por aquellos que se vieron en la necesidad de adaptarla a la incrédula y sofisticada sociedad romana. Constantino fue el sincretista oficial, debió lidiar con el incómodo huésped que era esa teología primitiva considerada bárbara en cuanto a su cosmogonía y estructura. En el concilio de Nicea se oficializó la romanización del nuevo testamento, que en sí, tenía ya cuestiones que para la época eran consideradas como absurdos por las élites intelectuales. Tal fue el caso del “logos” que se hace persona, siendo un concepto que para los pensantes estaba fuera de la historia, era providencia universal y pertenecía al todo, no podía individuarse. Debió recurrirse a Aristóteles para dar un razonamiento lógico a la naciente religión.
El pensamiento hermético estaba en boga, los gnósticos y los pitagóricos eran corrientes que diferenciaban a los académicos de la chusma cristiana. Celso es un invaluable testimonio de lo que en ese tiempo sucedía.
Paulatinamente, el cristianismo debió despojarse de sus ínfulas orientales y pasajes como el de Poncio, lavándose las manos por la sangre de Cristo responsabilizando a los sacerdotes hebreos; ilustran este sutil rompimiento que le transformaría en una entidad occidental, alejada de todo vestigio que tuviese parentela con el dios nacionalista del Pentateuco. Los mandamientos de Moisés estaban codificados desde hacía siglos con la ley de las “Doce Tablas”, las magistraturas eran sólidas, los ciudadanos del imperio tenían derecho a abogados, elegían a sus autoridades a través de los comicios centuriados e incluso existía un tribunal para evitar abusos de amos contra esclavos. Si bien no era un sistema perfecto, fue obvio que un pueblo teocrático como el judío era totalmente extraño a este tipo de ideas, mucho menos a la tolerancia y aceptación que Roma exhibía con deidades foráneas.
La imposición de un solo dios como desafortunado legado de los judíos a cristianos, es la génesis de las luchas religiosas que hasta hoy asfixian a buena parte del mundo. El fanático rechazo de los primitivos cristianos a rituales religiosos imperiales que tenían que ver mas con el pensamiento jurídico romano, que con un acto de fe (nunca hubo profetas e iluminados en Grecia y Roma); trajo la muerte a varios de ellos. La iglesia y películas de los 50, exageraron los hechos que ocurrieron a partir de Aureliano.
La famosa democracia en Israel que menciona el autor del artículo, es gracias a occidente y nunca a los diez mandamientos de Moisés, al modelo de sociedad hebreo y menos producto de los macabeos, esenios o algún profeta iluminado en el medio oriente. Es un aporte europeo.
Los etruscos fueron conquistados por los romanos tras la expulsión de los Tarquinos hacia el siglo V antes de Cristo, se convirtieron en romanos y luego italianos; los insubros fueron conquistados durante el siglo IV, los cartagineses expulsados de Hispania, los vándalos del norte de África, los uticenses ya no existen, los bretones se debieron fusionar con los anglos y luego los sajones, hoy son ingleses. Los helvecios debieron ceder a la agresión de otras tribus germánicas, de francos e italianos; hoy son suizos.
Las tierras que ocupaban los judíos, fueron a partir del siglo III poseídas por beduinos que según la mitología judía eran descendientes de Agar, la esclava despreciada y abandonada en el desierto por Abraham tras el milagroso embarazo de su esposa Sara. Durante mas de diecisiete siglos las habitaron, después en el siglo XIX, cuando Palestina era un protectorado inglés, a instancias de Lord Rotchild y tras el caso Dreyfuss los judíos deciden comprar un lugar para construir un país. Existían dos posibilidades: Argentina o el levante mediterráneo. Finalmente se decantan por la última opción ante una supuesta afinidad histórica, que en realidad se trataba de la poderosa influencia del banquero en el parlamento inglés. Aquellos que durante incontables generaciones vivieron allí, de la noche a la mañana se vieron marginados y separados de sus tierras por gente que por más de 1500 años jamás había estado en ese lugar. Gente que inmigró por millares diariamente, en su mayoría procedente de Rusia y los Balcanes.
Gracias a inmensas fortunas formadas desde el renacimiento por los intereses de los prestamos judíos en Europa, se contó con los medios para levantar una nación de la nada. Es anecdótico que cuando se discute en Basilea la formación del estado judío, sólo 2 personas hablaban hebreo en el mundo.
La formación de un estado artificial, causa una espiral de violencia que no tiene salida y solución. La expansión de territorios tras la guerra de los 6 días, construcción continua de nuevos asentamientos y el campo de concentración donde están los palestinos en la franja de Gaza; se han convertido en escándalo mundial. Sobre todo viniendo de un pueblo que sufrió las barbaries de Stalin y Hitler. Lejos de admirable, el pueblo judío ha equivocado el expediente para su sobrevivencia, pues al final los toltecas hoy son mexicanos, los araucanos, alemanes y españoles que llegaron al sur son chilenos y los descendientes de italianos que emigraron al río de la Plata hoy se sienten mas argentinos que San Martín por citar algunos casos. Se han integrado a las sociedades donde llegan. Hoy no se legitima a los hijos a través de la madre para asegurar la sangre (como ocurre en Israel) y la mezcla de razas sin duda ha enriquecido al mundo. Destacar logros de judíos en el mundo, pesa tanto como los logros de estadounidenses, alemanes, guatemaltecos, italianos, árabes, brasileños o belgas. En todas partes hay personas extraordinarias y despreciables. A los árabes semitas debemos el álgebra, la numeración de posición, la doctrina astrológica de las conjunciones, medicina y el rescate de tesoros antiguos del conocimiento que Europa extravió durante el oscurantismo. Materia que nada debe hacer con el extremismo desatado entre sionistas y radicales musulmanes.
Decir que el canciller guatemalteco es infame por reconocer a los palestinos el derecho a tener un estado, es ignorar deliberadamente la historia, ello es hasta aceptado por las mismas autoridades de Israel; que se han visto bajo los reflectores por la crisis humanitaria que han ocasionado. Guatemala fue de los últimos en dar ese paso, debido a la situación en la región que reitero: no tiene solución. El terrorismo fue el “modus operandi” iniciado por los judíos en los años 30 cuando buscaban independizar los terrenos adquiridos del protectorado británico y luego seguido terriblemente por los extremistas islámicos.
Hoy justos pagan por pecadores en ambos bandos, la espiral es interminable y la obnubilación por el odio amenazan con detonar al mundo, más aún cuando formadores de opinión argumentan derechos ancestrales utilizando profecías como la restitución de la casa de David, el destino manifiesto o la protección divina.
Es irónico que el artículo en mención haya surgido en Guatemala, pues cuando se trata de derechos ancestrales para indígenas que fueron despojados de sus tierras hace menos de 500 años, entonces sí prevalece lo recientemente acaecido. Parece que el origen divino de un pueblo guerrero como el judío, vale mas que la igualmente rica cosmogonía de los guerreros mayas.