Prosaicos ditirambos, la respuesta a Armando la Torre sobre Israel

Escrito por una persona que prefiere mantenerse anónima…

Decidí escribir estas pocas líneas después de leer con piadosa conmiseración la columna “La decencia, hoy, la pronuncio Israel”. Un loor de tierras tropicales, cuyo autor es catedrático universitario en el país con uno de los peores índices académicos del planeta. En su oda lastimera, hace un burdo elogio a Israel con los: ¡Oh! respectivos y la mas irritante de las visiones maniqueas de lo que allá sucede.

La sublimación en el artículo finalmente roza lo ridículo. No obstante, me inquietó cuando recibí copia de varios remitentes, sobre todo tratándose de personas que supuestamente pertenecen a la minusválida élite intelectual guatemalteca.

Ante tanta insulsez, me es difícil empezar a analizar tal panegírico, en primer lugar porque se argumenta y justifica a Israel por contar en su inventario con el primer Dios que se nos ha revelado como persona y tener a un Moisés que con sus mandamientos nos ha hecho de veras humanos.

Israel fue una teocracia durante toda su historia, el dios descrito en el Pentateuco fue una de las deidades mas despiadadas y sangrientas, rasgos típicos de los dioses guerreros orientales en la antigüedad. Sin embargo, es verdad que existe una diferencia entre el Yaveh judío y sus pares griegos, romanos y babilónicos; esto es el ingrediente nacional etnocentrista de su culto, que ha provocado tantas desgracias a los descendientes de Abraham.

Lejos de integrarse a las sociedades que durante toda la historia les hospedaron, los judíos persistieron en mantener un nacionalismo que por lógica debió perecer en las insondables arenas de la historia.

Millares de pueblos como los etruscos, partos, ilírios, tracios, burgundios, cimbros, bretones, galos, vándalos, visigodos, francos, sabinos, campanos, y helvecios; desaparecieron en el tiempo para integrarse en reinos cada vez mas grandes y que a la postre, derivaron en los estados nacionales. Los israelitas, vieron destruido su templo por los flavios en el siglo I y fueron expulsados de Palestina por Adriano la centuria siguiente. Nada mas que la friolera de 1,800 años.

La pervivencia de su nacionalismo, quizá sea explicable por la mala suerte de haber sido el pueblo predilecto que acompañó a la corte de Akenatón en su marcha hacia la tierra prometida de Amarna durante el siglo XIV antes de Cristo y deber el nacimiento de su religión al faraón que decidió personificarse como hombre-dios representante del disco solar Atón, sin tener “simulacro”, es decir, personificación corpórea y por ello convertirse en la primera manifestación monoteísta documentada en la historia. La “memoriae damnatio” tras la muerte de Akenatón, evidencia la hostilidad de sus sucesores, pues la corte regresó a Tebas y el pueblo judío fue sometido de nuevo a su antigua esclavitud. Al parecer los herederos de Adán jamás se recuperaron de aquella experiencia.

Cuando en la escritura el primer profeta revelado (Abraham) habla con el arbusto ardiente, se evoca a la representación del dios-sol egipcio y el candelabro de los siete brazos es la alineación de los planetas conocidos en la teogonía de las poblaciones que vivían en los bancos del Nilo. Arquetipos adquiridos en el tiempo, “remanentes arcaicos” diría Jung; todos los pueblos los han tenido a lo largo de su historia y los mitos religiosos siempre han transmitido las mismas enseñanzas y alegorías sobre las actitudes humanas. Hasta las características de los embusteros son similares y podemos identificarlas en Ulises y Jacob.

Occidente desde hace miles de años, ha tenido fascinación por el oriente y su misticismo, las iniciaciones en los misterios eleusinos, el culto a Diana de Efeso, la llegada del extranjero Dionysos al panteón helénico, el culto a Esculapio, Isis y luego las tendencias monoteístas de Mitra, El Gabal y el cristianismo mismo siempre fueron del este. El monoteísmo era algo que se avizoraba ante el agotamiento natural que las viejas creencias acusaban, como después ocurrió con los protestantes, mormones y últimamente el yoga, la cienciología, los reptilianos y la atribución galáctica a Jesucristo y los dioses de lugares recónditos en Sudamérica y oriente. Sin embargo, el judaísmo nada tiene que ver con la evolución y separación del cristianismo oriental que en poco tiempo fue occidentalizado y adaptado a las instituciones que hicieron a los romanos los seres mas libres en la antigüedad.

Nuestro autor peca grandemente al contar la historia y decidió borrar de un plumazo todo lo que occidente debe a la antigüedad greco-latina. Cualquiera creería que la nación donde nace la primera democracia en el mundo fue en la tierra de Job y no donde dejó el ombligo Tucídides. Pareciera que “La República” la escribió algún ilustre hijo de la casa Levítica e incluso se creería que la protección del ciudadano a través de distintas magistraturas se dio en Galilea y no donde se establecieron los teucros tras llevarse el paladio de su destruida morada.

La religión de un pueblo cuya sociedad era comandada por los sacerdotes del Sanedrín, donde no existía el concepto de “ciudadano” y mucho menos algún derecho para aquellos que no perteneciesen a la familia de Edom o Levita, debió ser civilizada por aquellos que se vieron en la necesidad de adaptarla a la incrédula y sofisticada sociedad romana. Constantino fue el sincretista oficial, debió lidiar con el incómodo huésped que era esa teología primitiva considerada bárbara en cuanto a su cosmogonía y estructura. En el concilio de Nicea se oficializó la romanización del nuevo testamento, que en sí, tenía ya cuestiones que para la época eran consideradas como absurdos por las élites intelectuales. Tal fue el caso del “logos” que se hace persona, siendo un concepto que para los pensantes estaba fuera de la historia, era providencia universal y pertenecía al todo, no podía individuarse. Debió recurrirse a Aristóteles para dar un razonamiento lógico a la naciente religión.

El pensamiento hermético estaba en boga, los gnósticos y los pitagóricos eran corrientes que diferenciaban a los académicos de la chusma cristiana. Celso es un invaluable testimonio de lo que en ese tiempo sucedía.

Paulatinamente, el cristianismo debió despojarse de sus ínfulas orientales y pasajes como el de Poncio, lavándose las manos por la sangre de Cristo responsabilizando a los sacerdotes hebreos; ilustran este sutil rompimiento que le transformaría en una entidad occidental, alejada de todo vestigio que tuviese parentela con el dios nacionalista del Pentateuco. Los mandamientos de Moisés estaban codificados desde hacía siglos con la ley de las “Doce Tablas”, las magistraturas eran sólidas, los ciudadanos del imperio tenían derecho a abogados, elegían a sus autoridades a través de los comicios centuriados e incluso existía un tribunal para evitar abusos de amos contra esclavos. Si bien no era un sistema perfecto, fue obvio que un pueblo teocrático como el judío era totalmente extraño a este tipo de ideas, mucho menos a la tolerancia y aceptación que Roma exhibía con deidades foráneas.

La imposición de un solo dios como desafortunado legado de los judíos a cristianos, es la génesis de las luchas religiosas que hasta hoy asfixian a buena parte del mundo. El fanático rechazo de los primitivos cristianos a rituales religiosos imperiales que tenían que ver mas con el pensamiento jurídico romano, que con un acto de fe (nunca hubo profetas e iluminados en Grecia y Roma); trajo la muerte a varios de ellos. La iglesia y películas de los 50, exageraron los hechos que ocurrieron a partir de Aureliano.

La famosa democracia en Israel que menciona el autor del artículo, es gracias a occidente y nunca a los diez mandamientos de Moisés, al modelo de sociedad hebreo y menos producto de los macabeos, esenios o algún profeta iluminado en el medio oriente. Es un aporte europeo.
Los etruscos fueron conquistados por los romanos tras la expulsión de los Tarquinos hacia el siglo V antes de Cristo, se convirtieron en romanos y luego italianos; los insubros fueron conquistados durante el siglo IV, los cartagineses expulsados de Hispania, los vándalos del norte de África, los uticenses ya no existen, los bretones se debieron fusionar con los anglos y luego los sajones, hoy son ingleses. Los helvecios debieron ceder a la agresión de otras tribus germánicas, de francos e italianos; hoy son suizos.

Las tierras que ocupaban los judíos, fueron a partir del siglo III poseídas por beduinos que según la mitología judía eran descendientes de Agar, la esclava despreciada y abandonada en el desierto por Abraham tras el milagroso embarazo de su esposa Sara. Durante mas de diecisiete siglos las habitaron, después en el siglo XIX, cuando Palestina era un protectorado inglés, a instancias de Lord Rotchild y tras el caso Dreyfuss los judíos deciden comprar un lugar para construir un país. Existían dos posibilidades: Argentina o el levante mediterráneo. Finalmente se decantan por la última opción ante una supuesta afinidad histórica, que en realidad se trataba de la poderosa influencia del banquero en el parlamento inglés. Aquellos que durante incontables generaciones vivieron allí, de la noche a la mañana se vieron marginados y separados de sus tierras por gente que por más de 1500 años jamás había estado en ese lugar. Gente que inmigró por millares diariamente, en su mayoría procedente de Rusia y los Balcanes.

Gracias a inmensas fortunas formadas desde el renacimiento por los intereses de los prestamos judíos en Europa, se contó con los medios para levantar una nación de la nada. Es anecdótico que cuando se discute en Basilea la formación del estado judío, sólo 2 personas hablaban hebreo en el mundo.

La formación de un estado artificial, causa una espiral de violencia que no tiene salida y solución. La expansión de territorios tras la guerra de los 6 días, construcción continua de nuevos asentamientos y el campo de concentración donde están los palestinos en la franja de Gaza; se han convertido en escándalo mundial. Sobre todo viniendo de un pueblo que sufrió las barbaries de Stalin y Hitler. Lejos de admirable, el pueblo judío ha equivocado el expediente para su sobrevivencia, pues al final los toltecas hoy son mexicanos, los araucanos, alemanes y españoles que llegaron al sur son chilenos y los descendientes de italianos que emigraron al río de la Plata hoy se sienten mas argentinos que San Martín por citar algunos casos. Se han integrado a las sociedades donde llegan. Hoy no se legitima a los hijos a través de la madre para asegurar la sangre (como ocurre en Israel) y la mezcla de razas sin duda ha enriquecido al mundo. Destacar logros de judíos en el mundo, pesa tanto como los logros de estadounidenses, alemanes, guatemaltecos, italianos, árabes, brasileños o belgas. En todas partes hay personas extraordinarias y despreciables. A los árabes semitas debemos el álgebra, la numeración de posición, la doctrina astrológica de las conjunciones, medicina y el rescate de tesoros antiguos del conocimiento que Europa extravió durante el oscurantismo. Materia que nada debe hacer con el extremismo desatado entre sionistas y radicales musulmanes.

Decir que el canciller guatemalteco es infame por reconocer a los palestinos el derecho a tener un estado, es ignorar deliberadamente la historia, ello es hasta aceptado por las mismas autoridades de Israel; que se han visto bajo los reflectores por la crisis humanitaria que han ocasionado. Guatemala fue de los últimos en dar ese paso, debido a la situación en la región que reitero: no tiene solución. El terrorismo fue el “modus operandi” iniciado por los judíos en los años 30 cuando buscaban independizar los terrenos adquiridos del protectorado británico y luego seguido terriblemente por los extremistas islámicos.

Hoy justos pagan por pecadores en ambos bandos, la espiral es interminable y la obnubilación por el odio amenazan con detonar al mundo, más aún cuando formadores de opinión argumentan derechos ancestrales utilizando profecías como la restitución de la casa de David, el destino manifiesto o la protección divina.

Es irónico que el artículo en mención haya surgido en Guatemala, pues cuando se trata de derechos ancestrales para indígenas que fueron despojados de sus tierras hace menos de 500 años, entonces sí prevalece lo recientemente acaecido. Parece que el origen divino de un pueblo guerrero como el judío, vale mas que la igualmente rica cosmogonía de los guerreros mayas.

Nombres propios

 

 

Claudia González

¿Porqué escogemos un nombre? Básicamente porque tenemos un gusto especial por él, porque nos identificamos con algo de lo que representa o porque queremos rendir homenaje a alguien importante de alguna manera para nosotros. Nadie podría a su granja «holocausto» o a su hijo «mierda», tampoco llamaría a su mascota «Hitler» (a no ser que sea un retorcido y quiera que el mundo lo sepa).

Tres ejemplos breves:
Jorge Ubico: Dictador de Guatemala de 1931 a 1944, entre otras cosas se caracterizaba por incluir en su (ab)uso del poder la llamada Ley Fuga: eliminar físicamente a los presos políticos o a quienes se consideraba simples enemigos del régimen […] Consistía en liberar al preso en un lugar desolado y dispararle por la espalda, para después aducir que había muerto mientras trataba de escapar (Diccionario Histórico Biográfico, 2004).

Rafael Carrera: otro dictador de Guatemala (¡dos veces!) Dirán que el país creció económicamente con el… a base de crueldad y brutalidad que la casta y la Iglesia ignoraban.

Dolores Bedoya de Molina: La llaman «la mujer de la independencia» pues fue la única que participó en el suceso ilusionista. Sabemos bien que la independencia no fue para liberar a Guatemala de la corona sino para liberar a los criollos de ella y pudieran así quedarse con todo, esto no se ha movido un ápice en Guatemala. Ejemplos de ello sobran (leer «Guatemala, linaje y racismo» de Marta Elena Casaús Arzú o «La patria del criollo» de Severo Martínez Peláez entre otros, o abrir los ojos a la realidad oligopólica, entre otras).

Tres pasos a desnivel en ciudad de Guatemala han sido bautizados con estos nombres propios por el siempre alcalde capitalino Alvaro Arzú Irigoyen. ¿Qué podemos decir de sus razones para escoger estos nombres? O quiere burlarse de todos nosotros y demostrar así, una vez más su prepotencia, o sus inclinaciones/identificaciones/gustos quedan claros como el agua…No queda mucho más que decir de personajes así.

 

 

Monsanto, Blackwater y Bill Gates…

Monsanto, Blackwater y Bill Gates…

Monsanto compra Blackwater, el mayor ejército de mercenarios del mundo, mientras que la que la Fundación Bill y Melinda Gates compra 500 mil acciones de Monsanto.

Negocios ilícitos

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EL BOBO DE LA CAJA
Andrés Zepeda
lacajaboba@gmail.com

Dos semanas atrás (bit.ly/1yowepH) compartía el ejemplo referido por un buen amigo mío cuyo padre, a sus noventa años, disfruta todavía echándose los tragos dueño de una salud envidiable y de una mesura digna del mismísimo Epicuro.

Lo que no hice fue revelar el secreto que, según él, lo mantiene así de lozano y vivaz: “Yo me empino cualquier trago siempre que sea con medida y, sobre todo, que no venga de ninguno de los monopolios nacionales”, dice mi amigo que le gusta repetir a su papá.

Imagino yo que se referirá al duopolio cervecero (dejó de ser monopolio hace diez años, desde que un tronco de la misma familia viene troceándole la exclusividad a sus primos) y al cártel congregado en torno a la Asociación Nacional de Fabricantes de Alcoholes y Licores (ANFAL, colusión oligopólica creada en 1947 con el beneplácito del entonces presidente Arévalo).

Siendo así, los únicos productos locales que van quedándole disponibles son los elaborados artesanal y clandestinamente: gifiti, caldo de frutas, boj, cusha, etcétera. De lo contrario, qué se me hace que su preferencia apunta hacia las bebidas importadas.

El problema con éstas últimas es que bien pueden tratarse, asimismo, de negocios lesivos al principio de la libre competencia: tal es el caso del ron Flor de Caña en Nicaragua, y del descomunal acaparamiento de marcas cerveceras en todo el mundo a cargo del gigante AB ImBev.

Y el problema con la producción clandestina es su escaso control de calidad. Para eso, nada como realizar una compra debidamente informada –o, en su defecto, preparar uno mismo sus propios brebajes.

¡Salud!

(publicado originalmente en http://www.elperiodico.com.gt/es/20140620/lacolumna/249528/, viernes 20 de junio, 2014).

Don Rufino

EL BOBO DE LA CAJA
Andrés Zepeda
lacajaboba@gmail.com

Levanta la talanquera con la mano y al hacerlo exhibe un gesto de deleite, como sintiendo que mueve a voluntad una extensión del propio falo.

Rechoncho, embutido en su uniforme color gris con ribetes azules, mostacho de morsa, ojos vivaces, él es don Rufino, el guachimán. Trabaja turnos de doce horas en un parqueo de la zona uno. Cada tres días le toca seguir de largo hasta la jornada siguiente, y cada diez, descansa. Le pagan una mierda, pero al menos tiene chamba.

Estuvo varios meses desempleado, viviendo a tres menos cuartillo, desde que lo echaron de un edificio de apartamentos del otro lado de la ciudad, donde habita la gente de bien. En un descuido las cámaras de seguridad lo captaron, a él y a la mucama de una de las familias inquilinas, jadeando a medio fornicio en el pasillo del sótano que da a las escaleras de emergencia.

A la hora del almuerzo la muchacha del comedor de la esquina le lleva su comida y su muñeco de tortillas con fresco. Él aprovecha para lisonjearla tirándole un par de directas. Ella, púber pero no lerda, resiste los floreos en silencio, tratando de no inmutarse. Sólo la tiesura en el gesto y un leve rubor en las mejillas la delatan. Don Rufino, diablo viejo, se da cuenta en el acto. Ya llegará el momento de merendarse ese bizcocho, piensa, mientras apura las hilachas con un trago de rosa de Jamaica, relamiéndose los bigotes.

No sabe cuántos hijos tiene. Ha reconocido a cuatro. Mujeres no le faltan, pero sólo a una le da para el gasto. Posee una labia envidiable. Se jacta de ser buen amante.

Viene otro carro. Abre la talanquera y sonríe, orondo…

Sin Hombres de Maíz

Escrito por Claudia González

Hace 40 años que Miguel Ángel Asturias no está entre nosotros. Pero quizás sea más, Miguel Ángel Asturias nunca ha estado entre los guatemaltecos. Conozco chapines que conocen los títulos de sus obras, pero con muy pocos he podido hablar del contenido de ellas. Con una sola sobre «Mulata de tal». Es cierto que Guatemala es un país que no lee. Las cantinas, las iglesias y los centros comerciales atraen más a quien no se preocupa en lo más mínimo por una cultura que llaman «general». ¿Qué le vamos a hacer? No pretendo cambiar esto, sacar a la mayoría de guatemaltecos del pan y circo con el que se conforman y embrutecen es tarea imposible.

Pero el artículo que aquí copio me hizo pensar no solo en el poco reconocimiento a nuestros escritores (¿debo recordarles que Asturias ganó el Nobel? De literatura, para quien se lo pregunte) sino también en la poca competencia de los funcionarios de este país. Me da vergüenza que la Ministra de Cultura, Claudia Velásquez, no esté al tanto de eventos tan importantes como la conmemoración de la muerte de un personaje así de relevante. Yo pediría su dimisión. Pero en Guatemala, la palabra «honor» está vacía de sentido.

Hace años, cuando visité la tumba de Asturias en el cementerio Père-Lachaise en Paris, me conmovió la forma maya que resaltaba en ella. Dentro de mi pensé que bien había hecho en querer ser enterrado en un país que lo acogió y no en el suyo, ante el que siempre sintió la nostalgia que transmite en sus «Letanías del desterrado», país que siempre, incluso hoy, lo mantuvo en el olvido.

Los hombres de Maíz no existen. En Guatemala, todos se quedaron siendo de palo (leer el Popol-Vuh para saber a qué me refiero).

http://cultura.elpais.com/cultura/2014/06/08/actualidad/1402255378_357791.html

La irracionalidad del hartazgo

Escrito por Heini Villela Schneebeli

Estoy harto de la violencia en mi país. Harto de salir con miedo a las calles, de pensar que en cualquier momento alguien me va a robar el celular, de temer por la vida de mis seres queridos, harto de vivir a merced de la voluntad de otros que sólo quieren apropiarse de lo mío.

Bajo esa premisa, he de confesar que hay días en que desearía salir y matar a cuanto ladrón ande por la calle, ir a las cárceles donde extorsionan y matar a todos los que lo hacen. ¿Acaso no es justo que pueda tomar la justicia por mi propia mano para protegerme? Y ahí veo a personas, como Erwin Sperissen, Javier Figueroa, Carlos Vielmann y Alejandro Giammattei, hacer lo que yo he deseado pero no me he atrevido. Puedo ver en ellos a verdaderos héroes que se ensucian las manos para protegerme a mí.

Ahora bien, cuando mi hartazgo por la violencia y delincuencia se apacigua y analizo ese deseo de venganza y protección me doy cuenta de que, si yo fuese a matar delincuentes, yo mismo me estaría convirtiendo en un delincuente. Sé que, como ser humano, soy susceptible de equivocarme. ¿Qué sentiría si, en mi deseo de justicia, termino matando a alguien inocente? ¿Qué pasaría si, ante un arrebato de ira, sobredimensiono un delito y lo cobro con la vida del asaltante?

Detesto vivir en una sociedad donde una persona puede ser asesinada para robarle su celular pero, ¿acaso no actúo igual si pido que a cada ladrón de celulares se le mate? ¿Justifica el robo de un aparato que el delincuente sea castigado con la muerte? Ahí me doy cuenta de que no soportaría el peso de mi conciencia recriminándome el haberle quitado la vida a alguien por algo tan insignificante como un teléfono.

Pero el análisis no termina ahí. Me pongo a pensar y caigo en la cuenta de que no existen momentos en los que me sentí auxiliado por la policía, no hay ejemplos donde su presencia se tradujo en seguridad para mí. Por el contrario, puedo recordar las tres veces que intentaron sacarme dinero inventando pretextos, o las innumerables veces en las que llegué tarde a reuniones de trabajo por retenes que ponían en alguna calle y que, cuando uno pasaba, sólo tenían un vehículo detenido y era el de una peligrosa mamá armada de un bebé en su silla y una pañalera.

¿Cuántas veces me sentí inseguro y llamé a alguien conocido para decirle que una patrulla me había detenido y dejé la llamada conectada para amedrentar a la autoridad, por si querían asaltarme? Estoy seguro de que usted ha vivido lo mismo.

Y bueno, ante estos recuerdos es que termino preguntándome: ¿realmente son dignos del poder que ostentan esos policías que me han pedido mordida, que nunca están cuando se los necesita y cuya presencia inspira más temor que seguridad? ¿Conviene permitir que puedan hacer justicia por su propia mano?

Cuando se protesta por la condena a Sperissen, en realidad se celebra que ellos puedan hacer limpieza social sin necesidad de jueces ni de procesos que den oportunidad de esclarecer qué sucedió. Voy más allá de eso e imagino lo que ocurriría si, al permitir esa conducta, un día los de la policía detienen mi vehículo y me dicen que si no les doy dinero me matan con la excusa de estar haciendo yo algo “malo”.

Hay una realidad en nuestro país: la policía es corrupta. Hablando con algunos oficiales, se entiende que sea así. También es comprensible que muchos se sientan no sólo frustrados por sus pésimas condiciones laborales sino impotentes cuando ven a delincuentes caminando tranquilamente por las calles porque un juez los dejó libres. Supongo que una manera de revertir ese sentimiento y desahogar esa frustración es, precisamente, brincarse las leyes para hacer justicia propia, directa y pronta, pensando que actúan en nombre del “bien” común.

Pero, como ya dije antes, la policía es una de las instituciones más corruptas del Estado, de modo que, al permitir y apoyar que proceda saltándose la ley, estamos abriendo nuestra propia zanja para sepultarnos porque, tarde o temprano, esa ambigüedad moral terminará justificando que se asesine a cualquiera que sea una amenaza a los intereses personales de cada oficial, o de sus jefes. Si algo sustenta el sistema capitalista es el interés personal, y la historia de los últimos doscientos años es un ejemplo claro de que, a la hora de decidir entre lo moral y la conveniencia individual, el segundo es mucho más popular.

Así pues, lo que se condenó en Suiza no es la buena intención de un hombre por poner orden. No. Lo que se condenó es a una persona que utilizó su representación del Estado para ejercer justicia por mano propia, obviando todas las instancias que permiten el adecuado funcionamiento de una sociedad. Y hoy, cuando una parte de Guatemala (comprensiblemente, pero sin análisis) está indignada contra ese veredicto y avala la supresión del derecho y la relativización de la justica, es hora de pensar en lo siguiente: si de lo que se trata es de hacer justicia por mano propia, entonces reconozcamos de una vez que la ley y el derecho son inútiles y que lo que manda es el uso violento y discrecional de la fuerza.

Esta ola de indignación debiera ser leída entonces por los más olvidados del sistema económico guatemalteco, aquellos a quienes se les tilda de “terroristas” por oponerse a proyectos que van en contra de sus intereses comunitarios, y que juntan firmas y hacen votaciones locales para dar sustento a su protesta (suena parecido a la reacción en favor de Sperissen, ¿verdad?). Los millones de desheredados chapines tienen ahora motivos para entender (tal y como pareciera ser la consigna aceptada de avalar los asesinatos por parte del Estado, sin previo juicio) que la única forma de ser escuchados es precisamente bajo el uso de la violencia.

El mensaje que recibe toda esa población desesperada es que llegó la hora de dejar de lado el diálogo porque, para ser escuchados, hay que tomar las armas o ejercer protestas violentas, porque aquí lo que funciona es la ley del más fuerte.

De modo que, cuando la oposición a las mineras o hidroeléctricas respondan con violencia, que nadie grite en defensa del estado de derecho, porque ese grito sólo manifestará la hipocresía de sus principios. ¿Suena ilógico? Sí, tan ilógico como defender que cada uno resuelva la justicia por sí mismo y a su modo.

Si queremos un país en paz y sin violencia, lo que corresponde es construirlo por el lado más difícil: creando y respetando una justicia igual para todos, y no sólo para unos cuántos.